20 enero, 2017

La información como ilusión de conocimiento - Ibn Asad



“¿Qué es, efectivamente, oponerse al Nuevo Orden Mundial? ¿Ver un video en youtube? ¿Ver mil videos en youtube? ¿Insultar u opinar en un foro? ¿Comprar un DVD, una camiseta, o un documental sobre OVNI´s? ¿Hacer o seguir un blog? Todo esto puede resultar interesante, pero en ello no existe ninguna oposición a nada.” Ibn Asad

Capítulo extraído del libro La danza de Kali, de Ibn Asad.

CAP. 13.

La información como ilusión de conocimiento

Resulta interesante comprobar cómo el academicismo oficial divide el tiempo histórico en “eras” o “épocas”, que se van multiplicando a medida que nos acercamos a lo que se atreven a llamar la “historia contemporánea”. Así, a una “época industrial”, le seguirá una “época post-industrial”; incluso a la “era moderna” le seguiría una “era post-moderna” (lo que es etimológicamente una estupidez, por lo demás, muy admitida). Estas divisiones históricas resultan ser el pasatiempo de los historiadores, que sólo pueden abordar el flujo temporal a través de clasificaciones arbitrarias adecuadas a su estrechez intelectual. A pesar de que los historiadores modernos parecen no ponerse de acuerdo con sus divisiones históricas, todos identifican la aparición de los medios de comunicación de masas como un hito que abre una era. Todos hablan de cómo el desarrollo de la radio, el cine, la prensa, y después la TV, la informática e internet, “cambiaron la sociedad”. De hecho, no es en la historia academicista, sino precisamente en la sociología (una rama científica especialmente deleznable), donde surge el término “la era de la información”. Tampoco se ponen de acuerdo en determinar cuándo empieza y acaba (si es que acaba) su “era de la información”. Parece que iría desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la “era espacial”, aunque otros autores académicos dirán otra cosa, y otros harán diferentes divisiones y subdivisiones a su antojo. 

Por supuesto, nada de esto tiene valor para nos; sólo aseguramos que el término “la era de la información” es utilizado por el propio Establishment para expresar la misma modernidad desde el punto de vista que aquí nos interesa: el control de las masas a través de los medios de información.

Para comprobar la convergencia de todas las manifestaciones de la modernidad, basta con examinar -de nuevo- su origen temporal y geográfico. ¿Cuál fue el origen del evolucionismo científico? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de la eugenesia? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen del espíritu imperialista moderno? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen del espiritismo, el teosofismo y los diversos neoespiritualismos? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de los sistemas educativos? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de las grandes corporaciones farmacéuticas? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de la industria cárnica, y del cine, y del fútbol…? Europa en el S.XIX… Y habiendo leído todo esto, ¿cuál es el origen de esta supuesta “era de la información”?

Exacto: Europa en el S.XIX. La radio se inventa aproximadamente entre 1850 y 1876, y los grandes grupos de la información (que después se mostrarán  poderosísimos en el siglo XXI) se formaron en Europa y Estados Unidos en el S.XIX. Los mismos nombres mediáticos decimonónicos (Bertelsmann, Reuter Bonnier…) estarán presentes en los logotipos de los grandes conglomerados de massmedia europeos. Por lo tanto, “la era de la información” es un neologismo para expresar una misma realidad: el Novus Ordo Seclorum. Como se puede comprobar, dependiendo desde qué perspectiva se hable (económica, comercial, política, científica, histórica…), se utilizará diferente vocabulario que no debe llevar a engaño: neoliberalismo, globalización, New World Order, tecnocracia, modernidad… Todas estas palabras expresan (en ocasiones, eufemísticamente) una misma realidad: el proyecto secularizador europeo de la fuerza elitista infrahumana. Desde el punto de vista de la estructura de control y manipulación mental global (massmedia), este bicho se ha hecho llamar la “era de la información”.

Y estas convergencias se confirman cuando se hace un seguimiento de los grandes grupos de información transnacionales. Si es el siglo XIX cuando ciertas familias elitistas europeas se hacen de varios periódicos con la idea de monopolizar lo que ya se llamaba “el cuarto poder” político, será en la década de 1920 (y después con la Segunda Guerra Mundial) la auténtica revolución de los grupos empresariales mediáticos y agencias de la información. Muchos de los grupos y familias que controlan actualmente el massmedia global, son los mismos que se lucraron escandalosamente a través de la propaganda política en la Segunda Guerra Mundial (en uno y otro bando). 

De la misma manera que en materia de eugenesia, tecnología, psicología o educación, la Segunda Guerra Mundial fue una especie de gloriosa fiesta, en materia de “medios de información”, la horrible contienda bélica fue una auténtica revolución. Todas las familias que traficaban con propaganda (bien nazi, bien aliada, bien soviética…) conforman hoy en día la directiva de los escasísimos grupos mediáticos que controlan mentalmente a la actual población mundial. Con la aparición de la ONU, de la llamada “comunidad internacional”, y de la centralización de poder político y económico, esos mismos grupos adquirieron un poder que resulta difícil evaluar objetivamente. Sí que se puede enunciar una correspondencia casi matemática: cuanto más poder técnico y tecnológico tienen esos grupos de información, más centralizados, fusionados y unidos están. En otras palabras: la plataforma de la información global tiende a ser un monopolio disimulado en unos pocos conglomerados mediáticos que fingen competencia a través de fusiones, separaciones y uniones empresariales. Esta hipócrita libertad de mercado se disimula aún peor cuando se ve a diferentes directivos del massmedia compartiendo mesa en reuniones de Bilderberg o el Club de Roma.

Así es: la diversidad mediática y la compleja oferta de información es una gran mentira que envuelve el programa de control mental global. Efectivamente, quienes sirven de herramienta para esa programación al servicio del Establishment, son unas escasas corporaciones mediáticas (públicas y privadas; siempre interconectadas) que se hacen llamar “conglomerados de massmedia”.



Conglomerados de massmedia

Las grandes corporaciones mediáticas no difieren en estructura, financiación y coartada, con otras transnacionales del mundo corporativista. De hecho, muchas de ellas, comparten directivos con otras ramas del mundo empresarial que –en principio- nada tienen que ver con el massmedia: constructoras, bancos, farmacéuticas, aerolíneas, minería, ingeniería… Y no sólo eso: los principales conglomerados de massmedia cotizan en los mercados de valores junto con empresas de lo más variopintas. Por lo tanto, un conglomerado de massmedia es una corporación transnacional más, y –como tal para entender su trayectoria empresarial, basta con estudiar su contexto, es decir, el corporativismo transnacional.

Ese carácter transnacional es el que permite trascender la identificación nacional de la empresa a través de su actividad en estados diferentes. Sin embargo, antes de internacionalizarse, los conglomerados de massmedia parten de un país que pasan a controlar psicológica y socialmente, generalmente con la interconexión de un grupo bancario (también transnacional), y partidos políticos del país matriz (a veces uno, y a veces más, controlando así todas las opciones políticas de una supuesta democracia). Por lo tanto, en la mayoría de los estados modernos (al menos, los más importantes en este proyecto) siempre existirá un trinomio de colaboración entre massmedia-grupo bancario-partidos políticos, que literalmente controlarán los diferentes países. Más allá de ese tablero de ajedrez de las naciones, las distintas corporaciones (por eso se llaman transnacionales), se darán la mano en las reuniones de los grupos de poder privados tales como Bilderberg, Club de Roma, y demás sociedades modernas de poder.

Como ejemplares corporaciones transnacionales al servicio del Establishment, los conglomerados de massmedia suelen tener una estructura familiar, que aún se conserva hoy en día (si bien difuminada con complejos organigramas). El estudio de algunas de estas familias y sus conexiones con la política, el ejército, los servicios de inteligencia, o los grupos financieros, delatan descaradamente la gran camaradería luciferina: ¡todo queda en familia! En el caso particular de los conglomerados de massmedia, sorprende comprobar que un puñado de familias que no completan una lista de setenta nombres, controlan (ayer y hoy) los megagrupos de massmedia del mundo moderno. Como es a través de la plataforma estatal como se presentan estos conglomerados (de hecho, algunos de ellos dirán ser “públicos”), presentaremos estos nombres familiares haciendo referencia a su país matriz (sin olvidar que su actividad será siempre transnacional).

La mafia familiar del massmedia 

Ya hemos señalado el origen decimonónico de muchos grupos de prensa que posteriormente, con la Segunda Guerra Mundial llegarían a tener un poder de control mental de las masas extraordinario. Un perfecto ejemplo de esto, sería el grupo alemán Bertelsmann, que fue fundado a través de las agrupaciones de prensa de Carl Bertelsmann en 1835. Sin embargo, no fue hasta los años treinta del siglo XX cuando el grupo se hace potentísimo gracias a su participación propagandística en la Alemania nazi. Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, este grupo mediático (brazo propagandístico del nazismo) estaba controlado por la familia Mohn. De hecho, su propietario Heinrich Mohn (y su hijo, Reinhard) eran ellos mismos oficiales de las SS, y no es ningún secreto su importante trabajo en el proyecto nazi. Este mismo grupo –con el mismo nombre y con la misma familia en la directiva (los Mohn) se presenta en el siglo XXI como el monstruo de la comunicación alemana, presente en 63 países, involucrado en TV, radio, prensa, editoriales… a través de sus múltiples empresas subsidiarias tales como RTL Group, Random House, Arvato AG, o Direct Group. En Octubre de 2008, un importante porcentaje del que fue el brazo mediático del nazismo, fue adquirido por el gran conglomerado de massmedia Sony Corporation of America (se hablará de Sony más adelante).

Otra familia europea decimonónica bien conocida en la centralización de poder mediático son los Bonnier, que fundaron en Copenhague un grupo de prensa a principios de siglo. Hoy en día, Bonnier Group es el grupo de comunicación sueco más importante, presente en 21 países que incluyen su Dinamarca natal, Finlandia (Tammi), Noruega (Cappelens Forlag), Alemania (siendo el mayor editor de libros infantiles), Australia, Francia, Reino Unido… Precisamente en Reino Unido, la comunicación de masas fue directamente controlada por la misma familia que ostentaba (ostenta) el poder político, es decir, el brazo británico de los Saxe-Coburg, los Windsor. La realeza británica controla a través de un régimen de empresa pública, el mayor grupo mediático europeo en lengua inglesa: la BBC. En este caso, si bien es cierto que la directiva de la BBC no está compuesta por miembros de la familia real inglesa, siempre aparece en su organigrama leales perros falderos con título nobiliario como Sir Michael Lyons. En un régimen parecido se encuentra la ABC australiana, fundada en 1929 (dos años después de la BBC).

Como empresa pública opera también la noruega Schibsted, fundada por la familia del mismo nombre, presente hoy en día en 20 países, e involucrada en periódicos, televisión, producción de películas, publicidad, e internet. Otra familia –los Asper, ésta canadiense, fundó y controla el ente mediático de Canadá: Canwest. El conglomerado mediático fundado por Israel H. Asper, siempre ha estado estrechamente relacionado con el Canada Liberal Party. Eso es algo siempre a tener en cuenta: Los grupos de massmedia suelen estar en colaboración con algún partido político que gobierna o aspira a gobernar. En el caso de Italia, esto es descaradísimo: el mayor conglomerado mediático Fininvest, que controlaría la mayor productora italiana de cine (Medusa), importantes editoriales (Mondadori), plataformas de televisión (MediasetTV) y la corporación aseguradora Mediolanum, son propiedad de la familia Berlusconi, cuyo cabeza, Silvio, era el primer ministro italiano en el momento en el que se escribió este libro.

Pero si el caso italiano es especialmente explícito y obsceno, siempre existirá (si bien disimulado) un trinomio entre los grandes grupos de massmedia, los partidos políticos, y la banca. En España, el grupo mediático más importante, Prisa, domina la prensa de más tirada en España (El país, As…), TV (Sogecable, cuatro, Digital +…), radio (SER, 40 principales…), revistas (cine: Cinemanía; y pop: Rolling Stone), editoriales (Alfaguara…), e incluso los libros de texto escolares (Santillana). Este conglomerado de massmedia siempre ha tenido una conexión estrecha con el PSOE, uno de los dos partidos políticos mayoritarios en España, así como con el grupo bancario “español” más importante, el Grupo Santander.

El hombre clave de PRISA es Juan Luis Cebrián, miembro del Club de Roma, el cual se encuentra en reuniones de Bilderberg con marionetas de ese partido político satélite (Felipe González, Joaquín Almunia…), así como con los Botín, familia dueña y directiva del Grupo Santander. En Francia, nos encontramos con el grupo Lagardère, que además de un grupo mediático (producción audiovisual, libros, revistas, radio…), está involucrado en la industria aeroespacial. Bajo el dominio de la familia Lagardère se encuentra el grupo Matra, Hachette, Floirat o Virgin. Otra familia, los Wejcher, fundó en Polonia el grupo que hoy se presenta en Luxemburgo como otro grande de la massmedia de Europa: ITI Group.

En América del Sur, hay que destacar al conglomerado Globo, fundado en los años veinte por la familia Marinho en un importante centro sudamericano en manos de las élites financieras europeas: Rio de Janeiro. En pleno siglo XXI, Globo controla mentalmente a más de 190 millones de brasileños a través de sus noticias, retrasmisiones futbolísticas y telenovelas; está presente en más de 42 países por medio de sus múltiples empresas subsidiarias que incluyen música (Som livre…), cine (Globo films…), plataformas de TV (GloboSat), prensa (Diario de Sao Paulo), revistas (Época…), editoriales (Editorial Globo…), producción audiovisual (Endemol…), industria alimenticia (Inbasa...) o pornografía (Playboy do Brasil…). Globo participa en proyectos de todo tipo con los grandes conglomerados de massmedia norteamericanos (Disney, Fox, News Corporation… Se hablará de estos grupos más adelante.) El control mediático sudamericano se completa con el conglomerado mexicano Televisa, que compite con Globo en la exportación de telenovelas a través de su Galavisión. El grupo desarrollado por los hermanos Diez Barroso lo toca todo (TV, cable, prensa, revistas, internet…), y supone ser el conglomerado mediático más potente en lengua española.

También en América, en Canadá, la familia Rogers fundó en los años veinte lo que después sería el grupo que controla la empresa de servicios de Internet inalámbricos más importante del país, Rogers Communication. También de origen canadiense (pero basado en Chicago) es el grupo Hollinger International, propiedad de la familia Black. El criminal Conrad Black (apareció en el Capítulo 5, a propósito del ambientalismo) posee el Chicago Sun-Times, el israelita Jerusalem Post, y el británico The Daily Telegraph. Black es miembro del grupo duro de Bilderberg, y su infame familia siempre está involucrada en todo lo que huele mal. Sin embargo, si hay una familia canadiense importante en la centralización de poder mediático global, esa es la familia Thomson, que controla el mayor conglomerado privado del país, CTVGlobemedia, así como la plataforma de TV por cable Chum. No sólo eso: Thomson adquirió en 2008 la decimonónica agencia inglesa de información Reuters fundada por la familia Reuter en 1851, dando lugar a Thomson Reuters. El magnate mediático de principios de siglo Roy Thomson es el abuelito de quien se sienta actualmente en la silla directiva de Thomson Reuters, el Bilderberg, David Thomson.

Pero si hemos hablado del origen moderno de los conglomerados de massmedia y su expansión tras la Segunda Guerra Mundial, se comprenderá con facilidad que será Estados Unidos el país donde se centralizarán los grupos y las familias más importantes. Algunos de esos grupos clásicos de los medios de información americanos son Advance Publications (fundado en 1922 por la familia sionista Newhouse, y que controla la siniestra agencia informativa Religion News Service), CoxEnterprises (fundada por la familia Cox, siempre muy vinculada al Partido Demócrata norteamericano, incluso unida sanguíneamente con los Kennedy a través de James C. Kennedy), EW Scripps (clásico grupo mediático fundado en 1878), Gannet (grupo fundado en 1923 por la familia del mismo nombre), General Electric (otros viejos conocidos de las transnacionales de la comunicación, fundada en 1890), Hearst Corporation (fundada en San Francisco por la familia Randolph, poseedores de la revista femenina Cosmopolitan), New York Times Company (fundado en 1851 por HJ Raymond), o Tribune Company (el decimonónico grupo de prensa de Chicago). Estos grupos (y otros) se expandieron, fundieron y crecieron a través de las diferentes revoluciones tecnológicas que se sufrieron en el S.XX, dando lugar a los megaconglomerados del entretenimiento y la información del S.XXI. Se trata de un complejo galimatías de fusiones empresariales que no deben distraernos de su tendencia: la centralización del poder mediático en unos pocos grupos al servicio del Establishment. Abordar estos conglomerados requiere un apartado especial.

Los grandes conglomerados de massmedia globales: Al tratar a la industria cinematográfica (Capítulo 12), se hizo referencia a un “Gran 6”, que englobaba a las mayores productoras y distribuidoras de Hollywood. Pues bien, el cine (con toda su influencia) sería tan sólo un medio más de control mental de masas, y estas mega-productoras, estarían a su vez dentro de otras inmensas corporaciones, inabarcables conglomerados de massmedia cuya influencia es difícilmente evaluable dada su dimensión. Estos grupos están en constante y mareante movimiento empresarial, por lo que los datos que aquí se presentan pueden quedar desactualizados a los pocos días de ser publicados (por lo demás, como cualquier dato del mundo corporativista). Sin embargo, sí que el esquema presentado con el “Gran 6” cinematográfico, sirve de punto de partida para exponer algunos nombres propios de ignominiosa importancia en la centralización del poder mediático del Nuevo Orden Mundial.

Cuando hablamos de 20th Century Fox como super-productora de Hollywood, no hablamos de su trayectoria y su expansión en el cine, y tampoco en la TV, en la publicidad, en toda producción audiovisual, y todo lo relacionado con el entretenimiento. El inmenso grupo mediático de Fox es una adquisición más del mega-conglomerado News Corporation, fundado por el hijo de Sir Keith Murdoch, el asiduo a Bilderberg, Rupert Murdoch. News Corporation, con sede actual en el Rockefeller Center de New York, está presente en todo el mundo a través de todas las ramificaciones Fox, más de 400 periódicos (que incluyen los económicos del grupo DowJones o el New York Post), más de 200 revistas, incontables plataformas de TV (Fox, Sky, Blue Sky…), producciones de series de televisión y dibujos animados, y editoriales de la importancia de HaperCollins. News Corporations está en un total de 48 países, con especial presencia en Estados Unidos, Israel, Australia, Brasil, India (a través de la adquisición del conglomerado indio The Times Group), y Canadá.

Otro influyente mega-conglomerado de massmedia (si no el más influyente) es WaltDisney Company, que –en su origen–fue una típica corporación mediática familiar fundada en 1923 por los hermanos Disney, Walt y Roy. Su crecimiento y éxito se basó en las producciones audiovisuales dirigidas a los niños. Tomaron como icono corporativista a un animal cuya imagen simbólica está en el inconsciente colectivo occidental asociado a la miseria, la suciedad y la peste: la rata negra. Mickey Mouse se convirtió en una mascota corporativista que no dudaban en disfrazar de mago y hechicero. Efectivamente: sólo a través de la “magia de Disney” se puede convertir el símbolo de la insalubridad urbana, en un simpático personaje al servicio de la destrucción de la infancia. Para comprender esto basta con pensar en este ejemplo: si unos padres modernos encuentran una rata negra en la habitación de su hijo, instintivamente la madre gritará y se subirá a una silla, y el padre cogerá una escoba para matar al animal. Si esta rata negra tiene el logo de Disney, los padres incluso pagarán para que su hijo juegue con un transmisor de peste negra. 

Precisamente como la peste, Disney Company se expandió en todos los dominios del massmedia y del entretenimiento. Actualmente Disney tiene un gran número de importantes productoras de cine a través de Buena Vista Pictures (Miramax, Marvel Entertainment, Touchstone Pictures, Hollywood Pictures…), tiene la corporación musical Disney Music, la plataforma de TV A&ETV networks (con sus canales Lifetime, History Channel…), tiene ESPN inc, tiene la importante red de televisión y noticias ABC (no confundir con la ABC australiana), tiene editoriales (Hyperion Books…), servicios de internet (WDIG), teléfonos móviles (Living Mobile), corporaciones de comida infantil, videojuegos, jugueterías, material escolar, electrónicos, ropa, parques de diversiones… y todo lo relacionado con lo que un niño moderno puede tocar en su día a día.

Otro nombre muy relacionado también con la destrucción de la infancia es Warner, que tampoco hizo ascos a expandirse en un mega-grupo de control mental de niños y adultos. Warner Communications sería otro mega conglomerado mediático que incluiría Time inc y Turner Broadcasting System, el grupo de Ted Turner. Además de las productoras cinematográficas New Line Cinema, HBO, Warner Bros… tendría plataformas de TV y TV por cable (adquisición de Adelphia), así como la potente red de noticias CNN, la red de TV infantil Cartoon Network, y uno de los mayores proveedores de internet de los Estados Unidos, AOL. Ni siquiera en sus sueños más ambiciosos, los hermanos polacos Warner pudieron soñar con tal monstruo de control mental.

Otra familia bien conocida del massmedia norteamericano son los judíos Rothstein, que a principios de la década de los años veinte, cambiaron su nombre a Redstone (¿Por qué a este tipo de familias les gusta tanto cambiar de nombre?) SummerM. Redstone trabajó en la Segunda Guerra Mundial, en los servicios de inteligencia, como oficial, decodificando los mensajes enemigos. Este mismo personaje es –actualmente- el dueño y señor del cuarto mega-conglomerado mediático: Viacom (después CBS Corporation). Viacom/CBS controla las productoras de cine Paramount Pictures Motion Group y Dreamworks entre otras. Tiene la importante plataforma de TV, radio y noticias CBS Corporation. Viacom/CBS también domina las redes de divulgación pop más potentes del mundo: la MTV (que tendría productoras televisivas, de cine, y de música Pop), y los canales VHI. El dominio de Viacom (como el del resto de megaconglomerados) se extiende a todos los países del globo, aspirando a un control mental universal.

Universal es precisamente una de las productoras mediáticas pertenecientes al otro gran conglomerado de massmedia, que como transnacional, sería más francés que estadounidense, a pesar de que la mayoría de empresas subsidiarias son norteamericanas. Vivendi controlaría importantes productoras de cine (Universal Pictures…), plataformas de TV, radio y noticias (La importante NBC americana, Canal plus francés…), plataformas de retransmisión deportiva (NBA, Extreme Sports Channel…), editoriales (Anaya…), música (Island, Decca, The Verve, Mercury…), videojuegos (Blizzard Entertaiment…), software (Cendant Software), y telecomunicaciones (Maroc Telecom, SFR…). Sería el quinto grupo mediático de Estados Unidos, sin ser de Estados Unidos. ¿Se comprende así cuál es la verdadera bandera nacional de las transnacionales? La bandera pirata.

Cerrando este hexágono de los señores del massmedia global, se encontraría SonyCorporation of America, la cual sería subsidiaria del gigante industrial electrónico japonés, Sony, fundado por Masaru Ibuka. Paradójicamente, la corporación subsidiaria norteamericana estaría actualmente más valorada que la industria electrónica propiamente dicha. Sony Corporation of America tiene como empresa principal a Sony Entertainment, que controla productoras de cine de Hollywood (MGM, Columbia, Tristar…), una impresionante plataforma de TV (Sony Television), una poderosísima red de discográficas (ARC, CBS recods, Sony Music, Sony BMG…), y la compañía más importante de videojuegos, Sony Computer Entertainment, que está desarrollando una potentísima programación mental de masas a través de sus Playstation. Abordar mínimamente este programa de destrucción de la infancia y adoctrinamiento militar, requeriría un trabajo monográfico.

A todos estos mega-conglomerados de massmedia, se añadirían importantes grupos norteamericanos involucrados en la televisión por cable y el suministro de internet. Las constantes revoluciones de telecomunicación de los últimos cuarenta años, han arrojado una serie de grupos mediáticos norteamericanos, en constante fusión y frenesí empresarial. Algunos de esos grupos serían Suddenlink, Insight Communication, Liberty, Mediacom, Bright House, CableVision… Algunos de ellos ya han sido adquiridos por los mega-conglomerados, o están bajo su dominio. En cualquier caso, el mareante movimiento del mundo corporativista se lleva a cabo alrededor de un inmóvil punto en el que se apoyan todas las corporaciones: la centralización del poder. El grotesco circo del “libre mercado” aburre hasta el vómito, y no es necesario hacer un seguimiento detallado de sus trapecistas y payasos para comprobar que ninguna “libertad” hay en su mercancía.

La cuestión clave de esta ignominiosa lista de nombres, familias, y corporaciones se puede expresar de la siguiente manera: ¿Alguien puede decir en qué y para quién está trabajando toda esta gente? Antes dijimos que los grupos de massmedia son corporaciones transnacionales, como lo son las grandes constructoras, los bancos, las farmacéuticas… Sin embargo, habría un pequeño detalle a tener en cuenta: ¿Qué fabrican exactamente los grupos de massmedia para que sus dueños se conviertan en multimillonarios? En otras corporaciones, la cosa está más clara: las constructoras fabrican construcciones y se enriquecen con ello, los bancos fabrican dinero y se enriquecen con ello, las farmacéuticas fabrican drogas y se enriquecen con ello. ¿Qué fabrican y qué venden los grupos de massmedia? Algo intangible que resulta clave en el control mental del hombre moderno: la información.

La información como ilusión de conocimiento

En esta “era de la información” ya presentada, se ve sin dificultad la escasa o nula importancia que tiene el conocimiento. La información reemplaza –a efectos prácticos– el tradicional papel del conocimiento (llamada gnosis o jñana), tanto en su enunciación teórica (la cual se ha vuelto ya incomprensible para los modernos), como su expresión simbólica (la cual ya ha sido invertida al servicio de la modernidad, tal y como se ha visto en capítulos anteriores). Condenado a la ignorancia en términos metafísicos, el hombre moderno aspira tan sólo a “estar informado”, y –como se verá– ni tan siquiera esta aspiración resultará beneficiosa para él mismo. La información ejercerá –con todo rigor– de “ilusión”, de pesadilla mediática, de percepción de segunda mano sobre lo que el moderno identifica con torpeza como “el mundo”. El papel tradicional que la “mitología” tenía para explicar el mundo bajo interpretación del criterio humano, ahora se invierte en una satánica red de proyección de figuras míticas (el massmedia) que impone una versión no interpretable de un mundo paupérrimo carente de realidad. La inversión luciferina se lleva hasta el máximo extremo concebible: si en el mundo humano “la verdad es”, en el Novus Ordo Seclorum la verdad ya no sólo “no es”, sino que “sucede”, y es valorada cuantitativamente mientras ésta es recogida por los medios de información. Desde este esquizofrénico punto de vista, lo que “no es noticia” ni existe ni es verdad; y lo que “es noticia” es mentira de la misma forma, pero la existencia que el massmedia le da, le otorgará una utilidad diabólica. 



La causalidad universal queda reducida intencionadamente a una deprimente “actualidad”, en la que agencias de información transnacionales determinarán qué, cómo, cuándo y por qué suceden las noticias. Como piezas del engranaje de esta maquinaria, se encuentran los periodistas, profesión liberal moderna por excelencia, actividad cuyo único requisito fundamental para ser ejercida es la ausencia absoluta de capacidad crítica sobre la estructura que da sentido a dicho trabajo. Un moderno periodista será un tipo con alguna que otra habilidad como escritor, más o menos locuaz, más o menos cretino, más o menos inconsciente de su papel de condicionado observador a sueldo… pero siempre será alguien con la certeza arrogante de que lo que está “reportando” es cierto. “Yo lo vi.”, “Yo fui testigo.”, “Yo tengo fuentes de confianza.”, “Yo lo grabé.”… Inconscientes de que es su misma actividad la que da existencia a los hechos, los periodistas van contando al hombrecito común la historia pseudo-mitológica que explica –con la mayor torpeza posible– lo que sucede en el mundo.

Y lo que sucede en este fragmentadísimo mundo no es sino una serie de datos estructurados en diferentes categorías de programación mental, las “secciones” periodísticas: “internacional”, “nacional”, “economía”, “deportes”, “sociedad”…

Así es como se le cuenta la nueva explicación de su situación esclava al “nuevo hombre”. Lo peor es que éste se cree el cuento sin rechistar, y agradece la información con audiencias televisivas, entradas a internet, o subscripciones a  periódicos. Se comprobará que las categorías de la información ya expresan explícitamente la taxonomía del sucedáneo gnoseológico de la modernidad: la “información”.

Tal y como se vio con las “confesiones religiosas” (Capítulo 8) o los “géneros cinematográficos” (Capítulo 12), la manipulación mental siempre se apoya en una clasificación tipológica de la estructura emocional humana a través de la cual el sujeto manipulado encuentra una identidad. En el caso de la “información”, esta ilusión tendrá como principio invertido, una unidad cuantitativa y mensurable. En la “era de la información”, la mercancía informativa (y su comercio) se registra a través de una unidad de medida: el dato.

El dato como unidad cuantitativa de información: Si preguntamos a un moderno: “¿Estás bien informado?”. Él –después de decir sí o no argumentará su respuesta con una serie de datos. Por lo tanto, la información se configura con datos, unidades cuantitativas de información con los que trafica el massmedia.



Cuando el hombre moderno enciende la televisión o abre un periódico, lo que está haciendo es abrir el canal de transmisión de datos del Establishment directo hacia su cerebro, que será el responsable de tratar (o en un lenguaje informático, “procesar”) esos datos. La pregunta más natural y espontánea que se hará el ser humano al identificar esa unidad de información, será: ¿Esos datos son ciertos o son falsos? Sin embargo, resulta curioso comprobar que incluso esta cuestión resultaría irrelevante para la exitosa maquinaria informativa global. En principio, estos datos no tienen por qué ser falsos, de hecho, serán ciertos en la mayoría de las veces. Generalmente, los medios de información ya no necesitan modificar o trampear los datos (eso no quiere decir que en ocasiones determinadas, los modifiquen, los trampeen, o incluso los inventan). Existe la “desinformación”, sin duda, pero el Establishment recurre a ella con menos frecuencia de lo que podría parecer. Por norma general, los datos que circulan en la “red de la información” son ciertos, y no necesitan distorsionarse para cumplir su satánico cometido. Y siendo así, ¿Por qué esa sucesión de datos más o menos ciertos, no expresan de ninguna forma una verdad, sino más bien todo lo contrario, una pobre versión oficial de los hechos malintencionadamente trampeada? Todo responde a una esquizofrénica ley matemática exacta: datos ciertos, más otros datos ciertos, más otros datos ciertos; es igual a una verdad informativa. Cuantos más datos haya en la suma, más verdadera será la verdad.

Aunque la capacidad de procesar datos no pueda tratar semejante cantidad de datos, cuantos más datos, más irrefutable será una verdad. Y si dicha capacidad colapsa, entonces la verdad adquiere la categoría absoluta. Es así de enfermizo.

¿Hay que recordar que esa verdad informativa no supone ser una verdad de ninguna de sus formas? Pongamos un ejemplo para hacer entender la maquinaria informativa global. A un europeo que nunca ha salido del interior de Europa, le enseñamos la foto de un ornitorrinco. Tras el dato visual, le decimos tres datos: a este bicho le gusta vivir en agua dulce, pone huevos, y tiene pico de pato. El europeo procesa la información, y dice: “Le gusta el agua, pone huevos… si tiene pico de pato es un pato, ¡Es un pato!”. Así, una completa falsedad se ha convertido en verdad informativa, sólo con una secuencia de datos ciertos. Mientras nos interese –como informadores– mantener en pie esa verdad, nosotros podemos reforzarla a través de más datos: este bicho nada muy bien, construye nidos, mide 40 centímetros… Sin embargo, el poder destructivo de la información no sólo permite mantener una falsedad como verdad a través de datos ciertos, sino que –en última instancia– permite destruir los principios cognitivos de verdadero y falso a través de una secuencia indefinida de datos. Ejemplo: tras ofrecer más datos sobre el ornitorrinco al europeo informado, le damos un dato clave: este animal es un mamífero. Tras escuchar el dato, el europeo se rasca la cabeza, y piensa: “Creo que los patos que conozco no hacen eso”; se vuelve a rascar la cabeza, y dice: “¡Es un pato un poco extraño!”. El europeo continúa escuchando fascinado datos, datos y más datos sobre el ornitorrinco. Tanto escucha sobre el ornitorrinco que son los propios patos europeos los que se han vuelto extraños; el ornitorrinco le es tan familiar que él define su nueva concepción de pato. Tras horas y horas de una continua secuencia de datos, el europeo sabe lo que ese bicho come, cuántas horas duerme, cuánto pesa, cuándo se aparea, cuántas crías tiene, cuántos años vive, cuáles son sus enemigos… y sin embargo, ¡no conoce nada al ornitorrinco! ¡Nada! No sólo eso: no conoce ni su nombre, ni el ser que ese animal es; y además lo confunde con un animal completamente diferente… ¡el pato! Si el informador quiere llegar a la última fase del proceso informativo de control mental, bombardeará la mente del pobre europeo con más y más datos (algunos ciertos, otros no tanto). 

La capacidad de procesar información encontrará su límite con cierto número de datos, y –entonces la estructura mental del hombrecito colapsará de tal forma que nunca más podrá saber qué es qué, ni un pato, ni un ornitorrinco, ni otra cosa. Los datos seguirán en su memoria; ellos configurarán inútil información sobre una realidad que desconoce; él dirá “estar informado” con respecto a algún tema… y sin embargo, su capacidad cognitiva ha estallado en mil pedazos, y el control mental en manos del informador se habrá hecho ilimitado: si el informador da el dato de que ese bicho vuela, el europeo lo creerá; si le da el dato de que ese “pato extraño” es una amenaza para su seguridad, el europeo lo temerá; si le da el dato de que ese animal es un “enemigo público”, el europeo declarará la guerra a los ornitorrincos… ¡sin saber lo que son! Así funciona –grosso modo– el proceso informativo que sufre todo hombre moderno, con su opinión pública, con sus preferencias periodísticas, con sus ofertas mediáticas de canales de televisión.

¿Qué es la información? Una larga secuencia de datos alrededor de un abismo de profunda ignorancia. ¿Qué es un medio de información? El traficante que comercia con esos datos de los que se sirve la plataforma de control mental informativa. ¿Y qué es un hombre informado? Un esclavo con la mente bajo total control de un poder intangible que no puede identificar: la mentira impuesta por sus amos.

Y sin embargo, aunque cueste trabajo digerirlo, todo esto no sería lo más terrible que los medios de información pueden perpetuar en el indefenso hombre moderno. Ya hemos sugerido que –en última instancia- la información aspiraría a colapsar la capacidad cognitiva del hombre, es decir, destruir intelectualmente al ser humano. Esa aspiración se ha convertido actualmente en realidad: ya podemos ver ejércitos de zombis sin ninguna (subrayamos: ninguna) manifestación de actividad intelectual. Este libro no trata de ciencia-ficción, ni es futurista; sólo invita al lector a abrir los ojos ante un siempre inmediato presente: muchos hombres y mujeres modernos (con apariencia “normal”, caminan por la calle, pagan sus impuestos…) fueron destruidos mentalmente por la maquinaria informativa global. Y nadie ha dicho nada.

El colapso mental a través de la información: Bombardear con datos una mente. 

¿Qué importa que sean ciertos o falsos? Lo que se busca es que la mente se entregue a la fuerza manipuladora, que la inteligencia llegue a su mismo límite de autonomía, que el criterio se rinda arrojando la toalla. Un hombre moderno medio se expone cada día a una cantidad tal de información mediática que es incapaz de asimilar en términos psicofisiológicos: telediarios, periódicos, internet, radio, televisión, publicidad, pop… el hombre moderno es incapaz de integrar esos datos en su conciencia. 


¿Por qué se coloca al hombre moderno en una situación que le resulta insoportable? Pues precisamente porque es insoportable: la mente se rinde a tal sobre-estimulación, la capacidad cognitiva colapsa, y el runrún informativo se manifiesta triunfante como diabólico sustituto invertido del conocimiento. Así, el hombre moderno no sólo no conoce, sino que –lo que es peor- cree conocer a través de la información, y dicha información no es sino una programación, en el sentido “informático” del término. ¿Se trata por lo tanto de una “computarización” del intelecto humano? Eso es: exactamente eso. Para deshumanizar la mente humana basta con conseguir que dicha mente se identifique como computadora, basta con “programar” la mente con lenguaje informático. ¿Y qué es la informática? Etimológicamente, el mismo proceso de la  información antes expuesto. Son datos (bytes) de información lo que sobreestimula la capacidad cognitiva del moderno hasta su colapso en el control mental del ciudadano zombi. ¿Por qué colapsa la mente humana con esos bytes?

Porque la mente humana no opera bajo el dominio informático. La mente humana no sirve para “procesar información”, sino para “conocer”. La mente humana no es un ordenador aunque sea así tratada. No procesa sino conoce; no maneja datos, sino discierne la verdad. Sin embargo, la modernidad programa la mente del ser humano moderno a través de la imposición de un lenguaje informático, es decir, bytes de información. ¿Estamos diciendo que el massmedia global fuerza a la mente humana a una actividad que no le corresponde, con el fin de que ésta se autodestruya? Sí. Más claro no lo podemos decir: la información sirve de ilusión del conocimiento; la mente cree conocer mientras se autodestruye informatizándose; la deshumanización no es sino la mente hecha computadora. 

Esto resulta desconcertante porque este proceso sólo se acostumbra a identificar en el movimiento contrario: los científicos hablan de  “inteligencia artificial”, de producir “un ordenador que piense por sí mismo”, de “hacer una máquina que piense como un humano”. Sin embargo, para llegar al fin de la deshumanización, los progresos a pasos agigantados vienen del lado opuesto: ya hay personas “informatizadas”, ya hay personas cuya conciencia es una programación informática, ya hay personas que operan como perfectas máquinas. Mientras el hombre moderno espera sentado la producción de “inteligencia artificial” de manos de sus admirados científicos, ignora que estos ya han hecho de él un “artificio inteligente”. El hombre moderno pregunta: “¿Es posible la “inteligencia artificial?”. El científico responde: “¡Mírate en el espejo, hombrecito! ¿Y tú me lo preguntas? ¡Poesía eres tú!”.

¿Comenzamos a comprender qué se esconde detrás del “hombre moderno informado”? Cuando el massmedia informa a un hombre, está informatizando su mente, programando su conciencia, computarizando su alma. Nunca estuvo el ser humano tan lejos del conocimiento.
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